
Por: Ricky Noboa
En la sociedad, la mediatización cuenta con actores que justifican los daños causados por el incumplimiento político y social, en soluciones que caen como espada de Damocles en los hombros de los contribuyentes, para resolver la impunidad que valoran y mantenerse en los poderes facticos que solo les interesa transferir a las cargas impositivas, la preservación intocable de sus intereses grupales. La connivencia orienta las decisiones de los gobernantes e influyen en ella.
La mediatización tiende a definir la realidad y dibujar el horizonte político, disimulando el mundo real sin la intención de mostrarlo.
La realidad no se oculta, somos nosotros los que la negamos.
El terrorismo es clandestino y subversivo por naturaleza a través de atentados, para afirmar su dimensión política de oposición y conquista de poder. La delincuencia organizada y política es en esencia parasitaria y encubierta.
Su naturaleza depredadora la obliga a actuar con discreción, con base en la mediatización.
Su abrigo es la impunidad frente a una situación transitoria y forzosa de cara a eludir los peligros que experimentan frente a una verdadera justicia independiente.
El terrorismo propugna confrontación. La corrupción política actúa en la simulación y el parasitismo criminal tras bambalinas, ocultada en la discreción creada por la impunidad.
Parte de este entramado es confundir la democracia con el apego a la constitucionalidad y no con el deber ineludible de transparentar y respetar el erario público, enteramente propiedad del pueblo que elige a sus gobernantes.
De ahí, la perdida de ideología y la connivencia que deja la indignación del incumplimiento de las promesas políticas. La impunidad, el alimento de la corrupción.




